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Avances en el tratamiento del cáncer de vejiga y una alternativa menos dolorosa

A pesar de los avances en diagnósticos y tratamientos de muchos tipos de cáncer en las últimas décadas, las técnicas para tratar a los pacientes con cáncer de vejiga no han cambiado mucho en los últimos 40 años.

El incremento en el porcentaje de reapariciones, los métodos de diagnósticos invasivos y caros y las dolorosas y prolongadas características de los tratamientos convierten a este tipo de cáncer en un grave problema clínico y social. Para los sistemas nacionales de salud, representa un tratamiento muy costoso.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), la incidencia de cáncer de vejiga en hombres es aproximadamente tres o cuatro veces mayor que en mujeres. Pese a esto, en Ecuador el cáncer de vejiga no es uno de los más comunes, pero sigue siendo significativo. Factores de riesgo como el tabaquismo y la exposición a ciertos químicos son la principal causa de este tipo de cáncer.

En España, por ejemplo, el cáncer de vejiga figura como el cuarto tumor más frecuente en hombres y el sexto a nivel mundial. Los síntomas más comunes de esta enfermedad son la presencia de sangre en la orina y dolor al orinar, pero no son muy específicos, debido a que esta sintomatología también se manifiesta en otras enfermedades como la cistitis, problemas de próstata, etc.

Alrededor de un 15% de los pacientes que lo sufren, normalmente son personas mayores de edad, lo que conlleva a diagnósticos tardíos. En mujeres, este tipo de cáncer es menos frecuente y normalmente puede confundirse con cistitis, infección urinaria más frecuente en la vejiga.

¿Por qué es difícil de detectar?

Como la mayoría de enfermedades, detectarlo en sus etapas iniciales es esencial para mejorar el pronóstico del paciente, pero resulta una tarea difícil debido a la falta de especificidad de los síntomas iniciales, falta de métodos de detección efectivos y no invasivos.

En la actualidad, la técnica estándar para su diagnóstico y seguimiento es la cistoscopia, que consiste en introducir un tubo delgado con una cámara en la vejiga a través de la uretra. Pese a su eficacia, el tratamiento resulta doloroso y costoso y afecta negativamente la calidad de vida de los pacientes. Además puede dejar pasar por alto tumores pequeños o de difícil acceso.

Otra técnica consiste en realizar análisis de orina para detectar células tumorales. Pero el problema es que no siempre pueden detectar el cáncer en las etapas iniciales.

Una enfermedad problemática

El mayor problema del cáncer de vejiga se asocia a su elevado porcentaje de reapariciones. Puede volver a surgir en un 70% de los pacientes, incluso después del tratamiento. En ocasiones, el tumor es más agresivo que el anterior.

Por ello, los pacientes son sometidos a pruebas de seguimiento de 2 a 4 veces al año, mismas que pueden extenderse hasta entre 10 y 15 años en total. Y estos tratamientos, además de ser dolorosos, suponen un gran costo para los sistemas sanitarios.

El tratamiento habitual es el mismo desde hace más de 30 años. Consiste en introducir una vacuna dentro de la vejiga, lo que produce una fuerte inflamación que activa al sistema inmune para que destruya las células tumorales. Este tratamiento suele funcionar en la mitad de los pacientes y es un proceso muy doloroso, dado que ocasiona cistitis durante varias semanas. El tratamiento puede prolongarse dos años más, y considerando sus efectos secundarios y duración, algunos médicos suspenden el tratamiento en pacientes mayores que padecen enfermedades.

Avances y un método menos doloroso

Las investigaciones y desarrollo de sistemas de diagnósticos han empezado a mejorar de forma significativa, a través de técnicas basadas en biopsia líquida, que desde hace unos años han tomado mayor relevancia.

La biopsia líquida consiste en un análisis de moléculas de ADN, proteínas, etc. o células de cualquier fluido del cuerpo. En el cáncer de vejiga, la orina es un fluido clave, debido a su contacto directo con el tumor. Al igual que este, han surgido varios sistemas basados en el análisis de moléculas en la orina, una técnica potencial que no genera dolor a los pacientes. Al momento, ninguno de ellos ha conseguido resultados suficientemente buenos para sustituir la cistoscopia.

Un grupo grande de investigadores, incluido el grupo de Oncología Molecular del CIEMAT, ha desarrollado el método BlaDimiR, que ha conseguido resultados similares o superiores a la cistoscopia. El método consiste en cuantificar una clase de moléculas conocidas como microARN, que son muy estables en la orina. Se mide dos tipos diferentes de ellas que cambian de cantidad cuando hay un tumor en la vejiga. 

La ventaja de esta alternativa es que los resultados no se alteran si hay sangre en la muestra, permitiendo diagnosticar los tumores más pequeños y menos agresivos, que se escapan en los restos de análisis. Adicionalmente, los investigadores han creado una técnica, BlaDimiR plus, que permite determinar a los médicos qué pacientes son aptos para el tratamiento. Actualmente se está llevando a cabo un ensayo en múltiples hospitales de España para validar estos resultados, tanto diagnósticos como predictivos.

En definitiva, este tipo de cáncer presenta desafíos importantes en términos de detección y tratamiento. Con los avances en técnicas de imagen, identificación de biopsias líquidas y los nuevos avances de inteligencia artificial, se están abriendo nuevas vías para mejorar el diagnóstico temprano y la gestión de la enfermedad.